"La fe no quita nada a vuestro genio, a vuestro arte, es más, lo exalta y lo nutre, lo anima a atravesar el umbral y a contemplar con ojos fascinados y conmovidos la meta última y definitiva, el sol sin crepúsculo que ilumina y hace bello el presente."
Benedicto XVI
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CRÓNICA DE UNA CANONIZACIÓN
Para nosotros, en un primer momento se nos presentó la duda acerca de este concierto. ¿Cómo nosotros, orquesta católica surgida de la Jornada Mundial de la Juventud íbamos a tocar ese mismo día un concierto de música profana (sabíamos que queríamos tocar una gran sinfonía) ese mismo día?
Ciertamente, si nos hubieran invitado de Roma o algo parecido en esta misma fecha, sin duda habríamos cambiado nuestros planes. Pero tocar ese mismo día en uno de los más importantes auditorios de España, el Auditorio de Música de Zaragoza (según algunos el de mejor acústica), también podría tener un impacto especial.
El tiempo pasó y finalmente decidimos tocar, como plato fuerte del concierto, la 5ª Sinfonía de Tchaikovsky. Un obrón, que lleva a la orquesta a su límite.
Este atrevimiento respondía principalmente a dos motivos: el primero es el reto de constante superación que vivimos en la orquesta y coro JMJ. Esto es algo que nuestro director titular y artístico, Borja Quintas, siempre ha impulsado: no vale con tocar bien lo que uno ya conoce, sino, dentro de un proceso de gradual exigencia, aumentar el nivel de cada reto. La dificultad, unida a la belleza, no solo no ahuyenta a los jóvenes músicos que formamos la orquesta, sino que los atrae, los fideliza y contribuye a su formación.
El segundo es poder presentarnos con calidad en un ciclo que tiene mucho nivel. Y no solo con calidad musical, sino también con espíritu, con vitalidad, pero convenciendo desde el trabajo serio y profundo, desde el respeto hacia cada obra interpretada y desde la convicción de que esa obra se sigue tocando por el valor universal e imperecedero de su belleza. Para nosotros éste es el mejor testimonio de nuestra vocación cristiana en el mundo de la cultura: poder aspirar a la Belleza con mayúsculas y llegar a transmitir el espíritu que nos mueve a través de esa belleza a una sociedad en muchos casos poco sensible a la espiritualidad cristiana, pero todavía atenta y respetuosa con las manifestaciones culturales de mayor nivel.
Precisamente a este respecto se ha manifestado en muchas ocasiones el ya santo Juan Pablo II: la importancia de la cultura y para llevar a la sociedad la belleza, que llena de esperanza los corazones. No en vano, en muchas ocasiones parafraseó la frase de Dostoyevsky en que afirma que “La Belleza salvará al mundo”.
Volviendo al reto de nuestro concierto en Zaragoza, el proceso de aprendizaje fue sin duda el más duro que hemos tenido hasta ahora. Durante la primera mitad de la semana santa la orquesta se reunió para en detalle el repertorio. No en vano, la 5ª sinfonía de Tchaikovsky posee pasajes de verdadera dificultad, ya sea por la exigencia personal para cada músico, ya sea por la dificultad en combinar las distintas secciones, pero proporcional a su dificultad es su belleza.
Inconscientemente, quizá nunca mejor dicho, asumíamos el reto que ya nos puso Juan Pablo II desde el principio de su papado: “No tengáis miedo”.
Ese es un reto, casi un don, probablemente heredado de la propia Jornada Mundial de la Juventud Madrid 2011, de la que procedemos. Todavía hoy, cuando nos encontramos aquellos que formamos parte de la organización de la JMJ, recordar cómo fue aquello, lo grande, lo difícil, lo durísimo y lo maravillosamente bien que salió todo al final, nos produce una emoción y una nostalgia difícil de describir.
Algo parecido pudimos sentir todos los que formamos parte de esta orquesta en Zaragoza, algo muy similar a lo que vivimos en cada encuentro también con el coro.
En esta orquesta, en éste coro, lo primero es la persona, la acogida, el cariño con el que procuramos tratarnos. Esto, que pudiera parecer secundario en una formación musical, es fundamental, ya que de ahí surge el verdadero compromiso y así se vence cualquier miedo, inseguridad natural que puede atenazar muchos talentos en un grupo tan grande. Además genera un clima de alegría, confianza y amistad que consolida al grupo.
Es el deseo de cada uno de nosotros, de dar lo mejor, hasta dónde pueda llegar y de apoyar al que tenemos al lado. Se da una exigencia personal de cada uno consigo mismo y al tiempo una consciencia de que existe un misterio de belleza que a todos nos supera, que depende también de nuestra armonía como personas.
En nuestros ensayos de semana santa todo evolucionó como suele ocurrir. Al principio todo era un desastre. Las cuerdas no estaban afinadas y no conseguían dar todas las notas. Los vientos no terminaban de entrar a tiempo con el carácter y potencia adecuada etc… Los pasajes difíciles sencillamente no sonaban bien.
Al final de nuestro encuentro de semana santa, después de 5 días a razón de 7 horas de ensayo al día, más o menos todo iba sonando, pero todavía faltaba pulir detalles y cada uno sabía que tendría que revisar determinados pasajes para que el resultado en Zaragoza fuera “digno”.
10 días después de terminar el encuentro de semana santa nos volvimos a encontrar para dar los últimos retoques cara al gran concierto, pero muchas cosas se habían olvidado. Parecía difícil que llegásemos a un nivel adecuado pese a todo el trabajo realizado. En apenas un día, de la mano de nuestro director, pudimos realizar un repaso básico de todo.
Una vez realizado todo el trabajo, solo podíamos ir a Zaragoza acordándonos mucho de que ese día se proclamaba santo a Juan Pablo II, aquel que creó las Jornadas Mundiales de la Juventud, aquel sin el cual nosotros, como orquesta no existiríamos, aquel, en definitiva que creía en los jóvenes y que creía en la cultura y la belleza.
Durante el concierto, desde el último atril de violonchelos, fui testigo de cómo una vez más se producía el milagro de la JMJ, es decir, de cómo el resultado superó las expectativas y nos elevó a todos, dando un sentido muy especial a tanto esfuerzo y a la fe de tantas personas.
Un músico en rara ocasión podrá hablar de una interpretación perfecta, pero sí de momentos llenos de belleza. El pasado 27 de abril de 2014 hubo momentos de verdadera belleza en el auditorio de música de Zaragoza.
Nosotros no pudimos ver la plaza de San Pedro a rebosar, ni escuchar la homilía del papa Francisco, no pudimos besar la tumba de ninguno de los nuevos santos, pero sí pudimos sentir, desde la belleza, desde el escucharnos unos a otros y ser parte de algo lleno de vida, el aliento de los nuevos santos, el milagro de la belleza.
Al término de la sinfonía dedicamos una versión para orquesta del Ave Verum de Mozart, realizada por el propio Tchaikovsky, llamada Preghiera, a San Juan Pablo II. Un joven músico de la orquesta se ofreció a presentarla porque la figura de Juan Pablo II le había tocado el corazón en este encuentro.
Así es, que nuestros nuevos santos sigan tocando los corazones de todos, y de los jóvenes.
Pedro Alfaro
Violonchelo OSC-JMJ
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